Empieza lavando bien el calabacín. Corta los extremos.
Corta el calabacín en rodajas de unos 0.5 cm (0.2 pulgadas) de grosor. Asegúrate de que no sean demasiado gruesas ni demasiado finas para una cocción uniforme.
Coloca las rodajas de calabacín sobre una superficie limpia o una bandeja para hornear. Espolvoréalas generosamente con sal y déjalas reposar unos 10 minutos. Este proceso extrae el exceso de humedad, lo cual es clave para la crocancia.
Después de salar, usa toallas de papel para secar bien cada rodaja de calabacín. Elimina la mayor cantidad de humedad posible.
Espolvorea ligeramente aproximadamente 1 cucharadita de maicena por ambos lados de las rodajas de calabacín secas. Usa tus dedos para extenderla uniformemente por todas partes. No necesitas una capa gruesa.